martes, 27 de septiembre de 2011

El tiempo pasa y las palabras permanecen

Esta tarde, en clase de periodismo literario, hemos reflexionado de forma colectiva acerca del concepto "literatura". Sí, es una expresión que bien puede abarcar infinitud de especificaciones e interpretarse de múltiples maneras.

Pues bien, una de las aportaciones que ha destacado el maestro ha sido la de "permanencia del yo". Tal idea viene a decirnos que el ser humano necesita plasmar sus vivencias y sentimientos (su percepción de la realidad) para desafiar al olvido al que nos condena el paso del tiempo. Hacer perdurar nuestros recuerdos es una de las motivaciones que recoge la escritura. Dotar de una cierta estética narrativa a los mismos sólo responde a la forma que tenemos de convertir los recuerdos en episodios ordenados y dotados de una cierta belleza (me refiero a convención).

Pero, ¿acaso el recuerdo plasmado es fiel a la experiencia vivida?
Pongamos un ejemplo: cuando escribimos algo que nos ha sucedido porque queremos retenerlo siempre en nuestra mente lo hacemos tiempo después de darse la experiencia. Al escribirlo se exterioriza esa vivencia y ello trae inevitablemente matices nuevos que hacen del momento vivido una nueva escena.
Por tanto, lo que perdura en el tiempo es esa expresión posterior, que automáticamente se convierte en el recuerdo mismo.

Con todo este rollo quiero llegar a la conclusión de que la literatura es, además de una forma eficaz de hacernos permanecer en el tiempo, el reflejo expreso de una mentira de vida que te hace feliz por su característica eternidad.